m. Chireno. Dueño absoluto de los mares en representación de Coicoi Vilú. Es el resultado del apareamiento entre una mujer y una foca, durante las luchas entre las serpientes míticas; de allí que sea un humano con cuerpo de lobo marino, de pelaje brillante. Su presencia en Chiloé ha quedado retratada a través de una leyenda difundida desde Cucao.
Obs.:Véase:Huenchula, Huerchur, Pincoya, Sirena, La Vieja, lobo marino.
Etim.:m. MILLA `oro', por el color de su pelaje + e. LOBO, referido al animal marino.
[La versión escrita más antigua de la leyenda es de 1766: "...fabulean los indios que en tiempos pasados una de aquellas indias tenía una hija que todos los días iba a lavarse a la mar, donde salía un huecubu o monstruos y cogiendo a la indiecita la llevaba mar adentro, donde tenía dicho huecubu sus amores con la Cucao, que así se llamaba la indiecita. Reprendiéndola un día su madre de aquello, se lo participó a su amante huecubu y éste enojado derribó varios cerros y formó aquella laguna para que la madre no tuviese lugar de ir jamás a ver cuando su hija era llevada del fabuloso huecubu." (Hanisch, Walter. La isla..., Stgo. 1982. Citando a un jesuita del s.xviii)].
La versión de don José Antonio Panichini (1992), de Cucao, es la siguiente:
"-Según conversaban mis abuelos, esta niña vivía con la mamá nomás. Dicen que tenía un costumbre de mirar en l'agua, hacerse espejo en l'agua. En las mañanas, a toda hora, se miraba. Lo hallaría bonito; no tendría espejo para mirarse, no habría antes... No sé. Una mañana se levantó temprano; se fue a traer agua y no volvió más. La Vieja, dejó de hacer lo que estaba haciendo. -¿Dónde se fue esta nahue? -es que dijo- y se mandó al pozo a buscarla.
Claro, cuando llegó, estaba la chunga, sobre los tablones del pozo... y con sangre. Y la hija no se veía. La fe le sacaron, la dejaron dentro de la chunga y a ella la llevaron pal mar.
-¿Mataron, entonces, a la nahue, abuelo?
-¡Qué iba a morir!, si la llevaron los dueños del mar. ¡Qué iba a morir! Ya no tenía fe como el cristiano cuando la llevaron. Por eso decía yo que la fe quedó ahí en la sangre, en la chunga.
Parece que al año -eso lo conversaba mi abuelita- volvió la hija, pero ya llegó con una guagua. La Vieja dicen que conoció a su hija.
Llegó, entró apurada. Pasó a dejar en un cajón un envuelto que la Vieja no sabía lo que era. Dicen que le dijo, que le rogó a su madre que no la tomara, ni la mirara nada; que no se arrimara a su lado.
-Yo, es que le dijo, voy a ir a agarrar cheno para que se sienten los quiñe mapo.
Se fue a cortar cheno , que es la paja ratonera. Qué más que había andado y la Vieja se fue a mirar al tiro. Y es que dijo: -¿Qué es lo que trajo esta nahue? Cuando lo destapó no más, dicen desapareció. Se hizo una ilusión.
El nieto era ese. ¡Cómo lo iba a mirar ahí, si la Vieja estaba con la fe y el nieto era el peguchén!
Volvió al tiro la hija y le grito de afuera: que tanto le había dicho, le había rogado, que no le hubiera mirado lo que pasó a dejar ahí. Si por qué lo hizo. Ahí afuera, nomás; ya no pasó a la casa. Y empezó a bajar al mar gritando a toda su fuerza:
-¡CUCAUCUI!, es que decía.
La Vieja salió a mirar qué es lo que llamaba.
-¡CUCAUCUI!, es que decía. ¡CUCAUCUI!
Salió, ahí en el alto. Ese alto está ahí. Venían, dicen que esos lobos dando vueltas, entre chicos y grandes. Se iban para arriba, a la casa de la Vieja. Eran los paisanos de la hija, sus quiñe mapo, que también iban a hacerle una visita."
EL CASTIGO DEL MILLALOBO
Era un matrimonio bien avenido, con dos hijos medianos. Ella atendía sus huertecitas, sus animalitos y de vez en cuando salía toda la familia a mariscar. El era pescador y mal no le iba. Vivían en una isla
Una mañanita que volvía de la pesca observó una pareja de lobos que tomaban el sol en un peñasco que sobresalía del mar. Se acercó por atrás sigilosamente, porque pensaba cazarlos. En el pueblo pagaban bien por los cueritos y el aceite es un buen tónico.
Cuando el pescador estuvo encima de ellos, recién se dieron cuenta de la intención del humano y se tiraron al agua, pero el más pequeño recibió todo el mazazo de la pala del remo y quedó flotando entre dos aguas, mientras la loba rondaba ufando alrededor del bote.
Desde lejos vieron acercarse a esos dos hombres que venían costeando, casi pisando el mar. El pescador estaba en preparativos de pesca y sólo se percató de que ya estaban en su patio, cuando fue hacia la bodega a buscar más beta para fondearse. Observaban el cuerto del popito, clavado en la pared para que se oreara .
_"Les interesa el cuerito -dijo a manera de saludo- lo pesqué ayer nomás".
_"Lo maté, querrá usted decir", dijo secamente el más alto, mostrando varios dientes de oro.
_"A veces se les caza por estos lados" -gregó el pescador, sin entender muy bien el sarcasmo del hombre de los dientes de oro-.
_"Lo estábamos ubicando señor...", se interrumpió.
_"Francisco Colhuante, para servirle". ¿Para qué me precisaban?".
_"Nosotros somos mandados..." comenzó exponiendo el que hasta ese momento había permanecido callado. Su voz era más precisa y no evidenciaba emociones.
_"¿De parte de quién será ? "-interrumpió el pescador, con cierta tensión por el carácter formal que adquiría la conversación.
_"Somos tripulantes de El Marino -empezó- pero somos mandados por el Millalobo. El no permite que ninguno de los animales marinos sean sacrificados inútil-mente, ni maltratados. Usted, sin ninguna necesidad, mató ese lobito y la loba sufre en estos días lo que tendrá que padecer, cuando su hijito mayor muera".
_ "¿Qué...? ¿Qué dice usted hombre?, reaccionó el pescador que se había quedado de una pieza".
_"A veces tienen que pagar justos por pecadores, como dicen ustedes aquí en tierra", confirmó el de la sentencia".
_"El pescador corrió desesperadamente al in-te-rior de su casa, porque no dudó de lo que esos hombres le decían con tanta severidad. Encontró a su hijo tendido en un sofá y con síntomas de fiebre. Llamó a su mujer y volvió al patio. Ya no estaban ni los hombres de El Caleuche, ni tampoco colgaba el cuero del popito en la pared.
A los días el niño moría en los brazos de su padre y ante la consternación de su comunidad".
Con la colaboración de Renato Cárdenas Alvarez. Reproducido con autorización del autor de "EL LIBRO DE LA MITOLOGíA historias, leyendas y creencias mágicas obtenidas de la tradición oral". Ed. Atelí. Chiloé, 1997.
Fuente:
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