DICCIONARIO DE MITOS Y LEYENDAS

Creencias populares y santos milagrosos

VIAJE A LA TIERRA DE LOS MUERTOS

* Contado por Juan F. Melivilu (Maquehua) y recopilado por Guevara (1908: 347-349).

Había una joven indígena que se casó con un joven también indígena. Una noche soñó la joven que se clavaba con espinas. Cuando despertó, conoció que las espinas eran una fuerte fiebre que le devoraba la vida a su marido. La fiebre fue tan fuerte que al cabo de unos días murió. La infeliz se vio sin ningún apoyo en este mundo y sólo pensaba morir para irse a unir con su marido allá en el otro lado de la mar. Para conseguir su proyecto, la viuda no comía ni dormía y todas las noches salía a un sitio más apartado de su casa, para llorar y llamar a su marido. Una noche casi desmayada de tanto llamarlo, se quedó dormida; cuando despertó, se encontró en brazos de su marido: él le preguntó por qué lo llamaba tanto; ella le dijo que no podía vivir sin él y que se la llevara. Le prometió que a la noche siguiente la vendría a buscar, porque no tenía los útiles necesarios para el viaje, que era muy lejos donde estaba. Le encargó se fuera para la casa y a la noche siguiente trajera ropa que se abrigara.

A la noche siguiente vino y como no llegara tan luego su marido, se quedó dormida. Cuando despertó ya había llegado su marido. Le pasó seis panes y le hizo comer uno antes de subir a caballo. La tomó en ancas y le dijo que la marcha debía ser en silencio. A poco andar, se quedó dormida; cuando despertó, estaban a las orillas de un mar; amarraron el caballo. Había una canoa; él le dijo que antes de embarcarse tenía que comerse otro pan. Como por la mitad le dijo que debía comerse otro pan: se quedó dormida. Cuando despertó, estaban a la otra orilla del mar. Veían fuegos y a mucha gente calentándose y bebiendo. Se desembarcaron y ella reconoció a los parientes que habían muerto muchos años atrás. La vinieron a saludar; ella se sentó. Todos bebían, cantaban y lloraban.

Ella se quedó dormida y cuando despertó, era ya de un día claro y no vio a nadie, sólo unos carbones que humeaban y casi la dejaban ciega. Se puso a llorar al verse desamparada; se volvió a quedar dormida. Cuando despertó, era de noche y todos estaban bebiendo como en la anterior. Luego vino su marido y llorando le preguntó por qué la había desamparado; él le dijo que no podía ver la luz del día y que los carbones eran todos los que ella veía en la noche. Le aconsejó que se volviera a su tierra, porque donde estaban se sufría mucho; ella aceptó y se fueron a la orilla del mar. Antes de embarcarse le dijo que tenía que comerse otro pan; se embarcaron. La mujer se quedó dormida. Después despertó. Habían llegado a este lado del mar, desembarcaron.

El hombre le dijo que se sentara en un palo que había ahí hasta que amaneciera. Se despidió y se fue. La mujer se durmió por última vez. Cuando despertó, estaba en el cementerio, y el palo donde ella estaba sentada, era el mismo con que habían tapado la sepultura de su marido. Se puso a gritar, y como el cementerio estaba cerca de su casa, vinieron su suegra y todos los demás que vivían en la casa, porque ella no se animaba a moverse de miedo. La llevaron para la casa, le calentaron los pies y la acostaron. En la tarde, cuando se le pasó el susto, contó lo que le había pasado y a los seis días murió.

 

FUENTE:
GONZALEZ DELGADO, Ramiro. Relatos orales mapuches y el mito grecolatino de Orfeo y Eurídice. Estud. filol. [online]. 2001, no.36 [citado 17 Noviembre 2007], p.35-59. Disponible en la World Wide Web: <http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0071-17132001003600003&lng=es&nrm=iso>. ISSN 0071-1713.

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